Desde el corazón de Pangea, supercontinente original, bajaron de los árboles los elegidos por selección natural. En tierra, irguieron sus espaldas con el tiempo que otrora corría a su favor. Abrieron sus mentes, ampliando el conocimiento que tenían antes de subir a las copas ahora con la mirada al horizonte. Gracias a ello, evolucionó su estirpe y se hizo una sola raza.
Con el indomable espíritu de su andar, esta especie fue trazando y abriendo caminos. Desde la diáspora arbórea ya no había nada más que descubrir lo que yacía a lontananza. Nacía la emigración y, así como se disgregaban los miembros de aquella raza hermana, también lo hacía Pangea que dejaba de ser 'toda la tierra' para convertirse en cinco grandes porciones de territorio. Dispersos y sometidos a su caminar indómito, la nueva especie se lanzó a la aventura de descubrir, conocer y conquistar.
No obstante, los que se establecían en un sitio también establecían su modo de vida, sus costumbres. Algunas veces, el modo de vida tuvo que ser alterado por las condiciones del entorno. Nacían las sociedades. Cultura, creencias, sonidos a bordo.
Todo esto se extendería a nuestros días. ¿Quién podría visionar que todo esto podría ocurrir en cien millones de años?
Pero la tierra donde germinó la semilla de la raza que por selección natural bajó de los árboles, está olvidada. Los descendientes de aquella especie que quedaron dispersos al norte de la tierra madre, con un color de piel mucho más claro que el de sus ancestros, volvieron a ella sólo para conquistar y saciar su sed de poder. El corazón de Pangea fue bienaventurado al recibir grandes recursos naturales entre animales, plantas y minerales. El pródigo no volvía a rendir tributo a su madre. Despojada, la madre de sus recursos no dejó a los que quedaron en ella otro sentimiento más que el de odio y venganza por todo lo perdido, lo arrebatado.
No se puede decir que todo lo que los expatriados trajeron consigo fue malo, pero tampoco puede decirse que todo fue bueno. La fortuna, o quizás la misma Pangea, quisieron que muchos de los habitantes originales pudieran impregnarse de los conocimientos de los poderosos del norte en pos del bienestar de su gran nación.
África, se desangra hoy entre conflictos internos nacidos de otros más antiguos pero igualmente dolorosos. Hay quién dice que la tierra allí es roja de tanta sangre derramada. Cuesta creer que una tierra tan maravillosa en historia y cultura, pese a lo poco que pueda conocerse sobre ellas, haya sufrido y esté sufriendo tanto.
Sin embargo, la esperanza nunca muere y este continente está lleno de ella. Pero todo pasa porque el resto de la humanidad respete a la tierra y a los hombres que la poblan. Nunca es tarde para honrar a la madre que alguna vez nos concibió. Nunca es tarde. Madre sólo hay una.
Comentarios
Publicar un comentario