De la pluma del Residente: Chitagá / Tasajera


Son las 10p.m. y el hambre ataca, por lo tanto llegó la hora de asaltar la nevera. ¿Qué me preparo? Pues lo mejor es un sandwich, se hace rápido y aguanta bastante. Tomo el pan tajado, agarro el cuchillo y es inevitable pensar en Chitagá, ¿qué tiene Chitagá que ver con esto? Se preguntarán.

Transcurría el año 2010 y a ese municipio fui a dar. Chitaga es un pueblito en Norte de Santander, uno más donde el Estado es notorio por su ausencia. Conseguí empleo en un programa del gobierno cuyo propósito era donar computadores a las escuelas públicas del país. Era mi primera experiencia laboral y de todos los municipios a los que me podían haber enviado caí en el más lejos. Dentro de las tantas personas que conocí estaba la profesora Clara, una mujer de más de 50 años y muy reservada, a leguas se notaba que ya solo estaba esperando la pensión ya que tenía más de 30 años haciendo lo mismo: enseñar a muchachitos.

Un día cualquiera voy bajando de una vereda y un mariachi estaba tocando cerca a la plaza, cosa que se me hizo extraña pues era lunes al mediodía. "De seguro es un cumpleaños", pense; sin embargo al acercarme veo un tumulto de gente precedidos por un ataud. Al frente de la procesión iba Clara con los ojos llorosos, por lo que decidí preguntar a la dueña de la tienda de la plaza sobre quién era la persona que habia fallecido. "Es el hijo de la profe Clara", respondió, a lo que añadió "ay... Pobre muchacho , apenas tenía 20 años", así que haciendo de chismoso pregunté qué le había pasado. 

Resulta que el hijo de Clara se graduó del colegio y después de eso estuvo un año manejando taxis en la ruta Chitagá - Pamplona. Al no poder acceder a la Universidad de Pamplona dejó el taxi y se metió a zootecnista sin tener la más mínima experiencia sobre el tema. Una madrugada se fue a una vereda con la persona que lo había contratado a trabajar y lo mandó a abrir una lata de esas como de pintura, el hijo de Clara se la puso entre las piernas y con un cuchillo intentó abrirla, hasta que el cuchillo se le resbaló y le hizo un corte en la arteria femoral y se desangró en poco tiempo, ahí en medio de la nada, donde no había ni señal de celular, ni puesto de atención, ni vía principal para trasladarlo, el hijo de Clara murió en medio de la nada.

Y así, por un apetito de medianoche y teniendo un cuchillo en la mano para cortar un queso recordé una tragedia absurda. De tragedias absurdas está llena la historia de Colombia, tan absurdas como la de Tasajera hace unos dias, donde la falta de oportunidades se mezcla con no medir el riesgo de las acciones, la diferencia es que no todas salen en el noticiero. Colombia, país de muertes absurdas.

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