FC Barcelona: Paris fue una fiesta

Atrás quedó el regocijo de Wembley y el romanticismo de su primera Copa de Europa. Atrás quedó la desilusión y el dolor de Atenas. La historia volvió a situar al FC Barcelona en una nueva final europea. Transcurría el año 2006, finalizaba la temporada y la Copa de Europa volvía a la ciudad que le había dado la vida cincuenta años atrás. Paris.
Ya no era el antiquísimo estadio de Colombes. Francia había organizado un campeonato mundial de fútbol y para recibirlo había construido una 'nave espacial'. Un espléndido estadio que tuvo el honor de recibir el primer título del mundo para un país con el que la magia de este maravilloso deporte tenía una deuda. El Stade de France, en el suburbio de Saint Denis, era el escenario escogido.
El conjunto catalán en ese entonces era dirigido por Frank Rijkaard. Los barcelonistas siempre sintieron aprecio y apego por la escuela holandesa, siempre que uno de sus mejores jugadores, Johan Cruyff, sembró una semilla en la institución que aún hoy se mantiene. Un estilo de juego perdurable solo desdeñado por la autocomplacencia, mal de todo club alguna vez ganador.
Y así, en aquella final, se medía frente al Arsenal de Londres. Como final de todo torneo, todo se decidía en los detalles. Pese a contar con dos de los mejores jugadores de la época -el azulgrana con Ronaldinho y el gunner con Thierry Henry-, más determinante el francés que el brasileño pero no fueron los protagonistas.
Al término de la primera mitad, el once inglés se iba con ventaja tras un soberbio cabezazo de Sol Campbell tras un saque de falta desde un costado del campo. Amén de jugar con diez, debido a la prematura expulsión de Jens Lehmann, guardameta y uno de los bastiones del equipo.
El segundo tiempo de la contienda, otra vez los detalles. Fueron las sustituciones el revulsivo que declinó la balanza en favor de los españoles. Rijkaard, viendo los espacios de los que disponía el equipo al tener un jugador más, decide incluir a un jovenzuelo tan blanco como la nieve. De apellido, Iniesta. Se disponía a jugar su primera final europea. Su primer partido importante. Abrió la cancha a punta de diagonales y trazos largos.
Otro sustituto, Henrik Larsson -veterano de mil batallas- tras recibir de Iniesta, sirvió para un camerunés de nombre Samuel Eto'o -canterano del clásico rival, Real Madrid- que colocó el empate. Larsson, nuevamente y antes de concluir las acciones buscó en la banda a un nuevo sustituto: Juliano Belletti que dio la gloria bajo la lluvia. El culé podía decirse nuevamente campeón de Europa. Lluvia. París. Fiesta.

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