Tres colores


Y el hombre conoció la pelota. Y desde que supo que en ella podía descargar todas sus frustraciones y convertirlas en gloria después de un gol, el fútbol se hizo culto.
El día que se me permite escribir estas letras, la amenaza del soroche está latente pero, la ansiedad crece con cada minuto que ronda a uno de los enfrentamientos más famosos que se hayan jugado en un rectángulo.
Tres colores yacerán sobre el verde césped, descansando sobre veintidós hombres, buscando algo más que un premio numérico que permita escalar lugares en un escalafón. En la otrora Hispania, se le conoce como derbi. El clásico.
Fútbol Club Barcelona. Real Madrid. Dos ideas, dos esquemas, dos aficiones, dos realidades, dos equipos. Una extensa dicotomía que sólo puede resolverse en un sólo juego y con un sólo triunfador. El empate no cuenta, salvo que ambos jueguen de forma paupérrima.
Dicen los expertos que el buen momento de un equipo es la desazón del otro. Cada año será una historia distinta. Lo cierto es que se espera siempre buen fútbol. Pero vale la advertencia que el buen fútbol ya no es sólo el juego que se despliegue en la cancha. El ambiente también lo hace y el de un partido como este, sin importar las circunstancias de ambos, siempre será fantástico.
Tres colores. Dos de ellos, azul y granate, fundidos sobre una única camiseta. El blanco, el otro. Una historia tan grande que no cabría en estas letras pero, que enmarca siempre un juego que aguarda emoción y gloria.

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